jueves, 29 de enero de 2009

Feliz cumpleaños a mí

Sí, hoy es mi cumpleaños. ¡Estás sooon las mañaniiitas... la luna ya se metió! (mañanitas abreviadas). ¡A la bío, a la bao, a la bim, bom, ba, Dalísima, Dalísima, ra, ra, ra! ¡Uuuuuuu!, cuetes, confeti, serpentinas.
Bueno, pasado este lapsus de egolatría, aterricemos. Mi hijo entró a la secundaria. Después de vivir bajo el cobijo de su kinder-primaria, en la que su grupo era el más numeroso y sólo eran 20, hace dos lunes entró a la técnica 4 a darse baños no de pueblo, que para eso tiene a su madre que no es de la nobleza, si no de realidad. Sí, entra al mundo real, al de la burocracia, al de la secretaria kafkiana que me la hizo de chorizo porque las ocho fotos tamaño infantil tienen la misma cara, pero unas más cerquitas y otras más de lejos. ¿Guatajel? En fin, al universo de las horas arrebatándose la talla correcta del uniforme, por cierto, el vestuario más caro y más corriente de todos sus doce años de tierna vida. Y tendrá que usarlo diario. Suspiro. Al de ni se te ocurra faltar porque a la tercera, suspensión. Al de todas las hojas de los cuadernos deben tener márgenes de colores. Al de ya no eres Samael, porque tu primer nombre es Elian, y a ver cómo convences al maestro de ciencias y de matemáticas que te llame como lo hemos hecho todos los que te queremos toda la vida. Al de más bien vas a ser Romero, qué remedio, y un número en la lista.
Todos me dicen “no te preocupes, le va a servir”. No sé, pienso que ese adagio que me decía mi mamá, a mí y a todos todas sus progenitoras, de “ya serás madre”, más bien era una maldición, por qué, ¡ah qué difícil se me hace este trance! Una amiga me dice todo va a estar bien mientras no tenga problemas de respeto a la autoridad. Ahí ya empezamos mal, porque la que tiene problemas de respeto a la autoridad soy yo.
En su primer día le pregunté que si tenía compañeras bonitas. “No sé, no me fijé”. Mmm, cómo que no, entonces a qué vas. “A estudiar”. Acabáramos, mejor que se quede en la casa con una pila de libros, para qué meterlo en una olla de chiquillos si no se va a fijar en lo elemental.
En fin. Estoy desvariando porque es mi cumpleaños, nací en el año de la rata igual que mi hijo, a los dos nos está yendo de maravilla porque este 2008 otra vez es el año de la rata, gracias a Dios, y eso de la nueva escuela es sólo un pretexto para preocuparme de más, porque en realidad me llena de orgullo, de gozo y de placer tener un hijo secundariano, con mi naricita y mi pasito tuntún al caminar, y además ser la mamá más guapa del planeta, a punto de salir mi primer libro que quedó divino y es de los caros, tener un novio amoroso, enterote y retecumplidor y acercarme, todavía con desdén y garbo, a los 40. ¡Qué le sople, qué le sople!
Publicado en Ocio, Público, el 29 de agosto de 2008

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